UN NUEVO DÍA
Subió a su velero el joven aventurero, se fue alejando de la costa, hasta llegar a alta mar.
Era una huida desesperada del mundo que lo rodeaba, buscaba algo nuevo, nada lo saciaba: ni el dinero, ni el éxito estudiantil, ni el placer sexual, ni el poder como líder de sus amigos.
Tenía sed, una sed que el hombre experimenta cuando después de todo, queda un hueco en su corazón, que nada lo puede llenar.
Abstraído en su dolor, sólo se dejaba llevar por el viento, que hinchaba las velas de su embarcación, sólo pendiente en avanzar y dejar atrás todo.
Había salido en la madrugada a la luz de la luna, después de una fiesta de “desenfreno”, que no pudo ahogar su desesperación por encontrar la felicidad plena.
Ya nada le satisfacía.
Poco tardó en nublarse y dejó de ver la costa al esconderse la luz de la luna, y dándose cuenta que podía perderse, bajó las velas a tientas, entre la espesa oscuridad que lo envolvía.
Alcanzó a llover un rato y el velero se agitaba con las olas, pensó por primera vez que ahí podía morir.
No aguantó más y encerrado en su soledad lloraba amargamente.
En su llanto deseó ya no volver con los suyos, mejor intentaría llegar a tierras desconocidas y se dejó llevar por las corrientes marinas.
¿Dónde había quedado el éxito?
¿Qué estaba haciendo aquel brillante alumno de la universidad, en medio del mar, llorando solitario?
¿ El dinero de la herencia, no había sido suficiente para comprar la felicidad ?
¿ Varias noches de placer con aquella chica, no pudieron llenar su apetito de ser amado ?
Algo raro sucedía en el corazón del joven.
Una amarga confusión bombardeaba su mente de pensamientos, parece que su egoísmo no se había colmado, ni nunca se colmaría, al contrario, se abría como un abismo que encerraba gritos de desesperación.
El oleaje cesó y al amanecer el cielo comenzó a despejarse.
El joven después de llorar estaba más tranquilo, dejaba pasar los pensamientos por su mente.
Se fue a proa del velero y se observaba perdido en el inmenso mar.
Con la mirada ida en el horizonte se preguntaba:
¿ Para que vivo ?
¿ Valen la pena tantos esfuerzos, para simplemente sentirme aceptado por los demás ?
¿ Acaso el hombre, es simplemente el animal programado para hacer dinero ?
¿ Es el animal programado para vivir del placer sexual ?
Entonces defendiendo su dignidad, se decía a sí mismo:
No soy un perro, ni una computadora, ni moneda de oro, para que todos me admiren y como un rayo cayó en su conciencia una gran pregunta:
¿ Entonces quién soy yo ?
Sólo daba vueltas en el velero, sin encontrar una respuesta acertada o convincente.
Este joven parecía estar loco en medio del mar, perdido, sin comer y pensando en cosas que nunca se había detenido a meditar.
Hasta media tarde reconoció su arrancada decisión de huir de su medio ambiente, de esa manera.
Ahora no sabía qué hacer para no perecer en medio del mar, no sabía si se acercaba a la costa, o se alejaba más de ella.
Decidió seguir, dejándose arrastrar por las corrientes, mientras veía tierra o algún barco que lo orientara.
Así pasaron 3 días sin comer, sólo bebiendo del agua de lluvia estancada, en el velero.
En esos días se preguntaba una y otra vez
¿ Quién soy yo ?
Y se planteaba otras tantas preguntas, para dar respuesta a esta principal.
Por ejemplo:
¿ De dónde vino mi espíritu desde que nací y a dónde se irá cuando muera mi cuerpo ?
¿ Quién creó la naturaleza con tanta perfección ?
¿ Por qué el hombre tiene libertad y los animales no ?
¿ Para qué tenemos libertad ?
Al término de esos días, vio una isla a lo lejos, de inmediato alzó las velas y no tardó en llegar a tierra.
La isla tenía mucha vegetación y no se observaba rastro de vida humana.
Lo primero que hizo fue bajar unos cocos de una palmera y se bebió el agua, enseguida observó a un changuito en otra palmera, lo derribó a pedradas y se lo comió.
El resto del día, se dedicó a dormir y descansar.
Al día siguiente, empezó a acondicionar el lugar para su supervivencia y después de seis meses de vivir ahí, analizaba con detenimiento cómo mandó a “volar” a la chica, los amigos, los estudios y la herencia que quedaba en manos de sus tíos.
Todo lo que tenía y había hecho, había perdido su importancia para él, al imperar la inquietud de un más allá de lo convencional, más allá de lo superficial, más allá del tener, del aparentar, del hacer por hacer, del gozar por gozar.
Todos sus impulsos, lo llevaban a buscar una respuesta más profunda a su vida.
Quería hacer lo que hacía por convencimiento.
Había algo que sentía y constataba, que en la universidad no lo habían enseñado a vivir, ni a ser él mismo, no recibió una FORMACIÓN para tomar las cosas desde un punto más espiritual o trascendental.
Todo sobre lo convencional, sobre lo práctico y lo superficial.
Sabía que la carrera de psicología, que ya le quedaba poco por terminar, sólo le había dado técnicas y métodos para modificar su vida, pero sentía que la vida se le desvanecía como agua entre los dedos.
Sentía a la psicología como el casco de su velero :
Sólo servía para no hundirse, pero no como el viento que hincha las velas, para llevarlo a horizontes desconocidos y después pisar tierra firme.
Un día en sus paseos por la isla, lo descubrieron unos nativos, lo aprehendieron y lo llevaron con el jefe de la tribu, el cual tenía como 75 años de edad, éste indicó a los presentes, que los esperaran a él y al joven fuera de la choza.
Ambos se empezaron a comunicar a base de señas y dibujos en la tierra.
El sabio jefe de la tribu empezaba a darse cuenta de las intenciones del joven y desde ese instante, comenzó a tomarle cariño.
Salieron de la choza y dio la orden que se respetara al nuevo visitante.
Ante esto, el joven se dio cuenta que podía actuar con libertad y esto lo motivó a visitarlos más seguido.
Al término de un año, el jefe de la tribu y este joven, eran grandes amigos, ya podían comunicarse con mayor facilidad en ambos idiomas.
El joven todavía no era invitado a vivir dentro de la tribu, por lo cual, permanecía donde estaba en un principio.
Lo que más le llamaba la atención de aquella gente, era el amor que se tenían unos a otros, además la alegría, la armonía y la paz, que reinaba en la mayoría, como reflejo del jefe de la tribu, que los gobernaba.
Durante ese tiempo, a la vez que meditaba en sus incógnitas, observaba que en el modo de vivir de esa gente, encontraba lo que buscaba.
Fue cuando entonces empezó a comprender las consecuencias de vivir a capricho propio, ó el vivir con sabiduría.
Trataba de formar virtud en todas las acciones, con un sentido trascendental, como el jefe anciano lo hacía.
Se propuso intentar una y otra vez, vivir conforme a la verdad y poner su fe en aquél que creó su espíritu.
El joven cada día quedaba más convencido del testimonio de vida, de ese jefe de avanzada edad.
El rostro del joven había cambiado, en esos meses de nueva experiencia.
Sin duda, había encontrado la clave hacia la felicidad plena, que no había encontrado en
” Sus fiestas de desenfreno “.
Ya no viviría para sí mismo, poniendo su fe en la ciencia, la pondría en aquel que daba la vida a la tribu, que la hacía vivir verdaderamente feliz, libre de todo vicio y sobre todo en armonía y paz.
De esta manera caminaba seguro hacia su creador, sintiéndose bien con Él, consigo mismo y con los demás.
Se fue a la montaña más alta de la isla y divisó el más hermoso atardecer de su vida, a través de las palmeras, donde se ocultaba el sol en el horizonte.
Recordó con nostalgia todo lo que había dejado y se decidió a volver con los suyos.
Al día siguiente, arregló el velero, fabricó una brújula para su regreso y se hizo de provisiones.
El anciano, lo despedía desde la costa, “con la mano en el corazón” y acompañado de unos nativos.
El joven lloró de felicidad, las velas hinchadas por el viento, lo impulsaban a un nuevo destino.
Al regresar con los suyos, un nuevo brillo cambió su vida, ya no viviría como antes, hoy viviría como lo deseaba en lo íntimo de su corazón, con una vida más trascendental…
Con la vista en ese nuevo horizonte, sonriendo dejaba pasar los pensamientos por su mente, pensaba en disculparse con sus tíos, por su falta de atención, al dejarlos con pendiente.
Pensaba en ya no utilizar a aquella chica, como simple objeto de placer y objeto acompañante para opacar su soledad, sino pensaba en hacerla verdaderamente feliz, de acuerdo a la dignidad que merecía su espíritu.
Al pensar en sus amigos, se hacía el propósito de en verdad ayudarlos, no manipularlos para sentir poder a través de ellos y a sus estudios les dio un sentido de referencia más trascendental…
Desde ese momento la ilusión brillaba en su corazón, como si el sol saliera de su espíritu…
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