
Con una estrella en la mano, su mirada se llenaba de luz.
Con una sonrisa, contemplaba el misterio, que lo invitaba a navegar, para encontrarse con la verdad.
Su niñez, hacía volar su imaginación, que corría por los aires, con la libertad de su espíritu, alegre, juguetón y sencillo.
Esa noche nunca la olvidará, dejó salir por la ventana de su cuarto, su espíritu y en pleno vuelo, encontraba más estrellas, queriéndose alimentar de la alegría, que éstas le daban.
Para él, dormido o despierto, era lo mismo, no había diferencia entre realidad y fantasía, ya que con frecuencia soñaba despierto y al estar dormido, despertaba con más fuerza, su espíritu de niño.
Se montó en el unicornio y comenzó a volar, llevaba un pequeño saco, donde iba recogiendo las estrellas más grandes y más bonitas, para regalárselas a sus papás y junto con ellas, la felicidad que éstas le daban.
De pronto, vio sus miedos reflejados en un gran monstruo, que aventaba fuego por la boca y brotó su valentía, de su tierno corazón, sacando una espada que lanzaba rayos y lo destrozaba.
Sintió el éxito al verse héroe.
Un volcán estalló e hizo caer al unicornio y al verlo herido, vivió la tristeza de perder a su amigo favorito.
Al amanecer, el primer rayo del sol, tocó el cuerpo del unicornio y lo hizo volver a la vida, gozando el niño, el reencuentro con su ser querido.
Cuando despertó de sus sueños, se fue a desayunar y mientras tomaba la cuchara, levantándola en vuelo, hacia el espacio, se vio regañado y despreciado, al sentir un golpe en su manita, por haber tirado la leche, soltando el llanto con fuerza.
Junto con la corrección, vivía el Amor que le daban, perdonando las intransigencias a sus fantasías.
Sus papás con prisas de llevarlo al colegio, con su Amor brusco, querían aterrizar a su hijo en la realidad, para que triunfara en la vida.
El niño, sin pensarlo, elevaba a los cielos, el espíritu y los sentimientos más nobles de ellos, que al verlo en la tranquilidad de sus sueños, se enternecían profundamente, ayudándolos con su ejemplo, a vivir, un más allá de la realidad de responsabilidades y activismos, que con frecuencia enajenan y opacan, las fantasías y las ganas de vivir.
Lo maravilloso de esta realidad, es que se necesitan unos a otros, para vivir una vida balanceada, en el hogar y en sus propias vidas…
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