RECUERDOS
El viento corría, moviendo la superficie del lago, en pequeñas ondulaciones.
Los árboles se movían al compás de éste, como alabando a Dios con sus ramas, las aves se deslizaban en vuelo, jugando con esta fuerza que las llevaba.
Parecía que un canto eterno se había dado cita en ese lugar.
Las nubes se deslizaban en el cielo, para después mojar la tierra, los rayos gritaban el canto de aleluya del nacer de una nueva primavera.
En el muelle, la niña tomada de la mano de su mamá, la cual estaba esperando un bebé.
Las dos contemplaban aquel panorama tan bello, una tarde inolvidable de paz y de emoción, libertad y armonía, una tarde llena de vida.
A cada estruendo de los rayos, la niña se asustaba, pero la madre la abrazaba y la tranquilizaba haciéndola sentir confianza.
Le ayudaba a aceptar las reacciones normales de la naturaleza.
No había peligro, había pararrayos en aquella zona.
Aquella experiencia, quedó grabada en la niña y cada vez que iba a ese lugar, florecían en ella todos los sentimientos que en aquella tarde había vivido.
Al sentarse en el muelle y ver al horizonte, parecía que pensaba en todo y a la vez en nada, como si aquellos sentimientos fueran entretejiendo en ella, el vestido de vivencias espirituales que la harían ser, lo que estaba llamada a ser, una persona LLENA DEL AMOR Y LA GRACIA DE DIOS en armonía con la naturaleza.
Por eso, cada vez que piensa en ese lugar, recuerda EL AMOR DE SU MAMÁ y SE SIENTE MUY FELIZ…
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