FE Y DESTINO
(Francisco) ¿ En quién o en dónde pones tu fe ?
¡ No te metas con mi fe ! le decía temeroso Renato.
¿ Acaso tienes miedo ? le decía su amigo Francisco, que iba piloteando la avioneta, mientras cruzaban el tapete verdoso, de la selva brasileña, a plena luz del día.
¿ Nunca te habías preguntado sobre tu fe ?
(Renato) No, nunca.
Y guardando silencio, ambos miraban la selva que les rodeaba, en la cual cruzaba un ancho río.
Francisco insistía:
¿ Tú crees que al morir se termina la vida y no hay vida después de ésta ?
(Renato) si, eso creo.
(Francisco) El sufrimiento
¿ Piensas que es un error de la naturaleza ?
(Renato) Sí claro, no tiene razón de ser, por eso busco siempre el placer.
(Francisco) ¿ El placer en qué sentido ?
(Renato) En todos.
(Francisco) ¿ En todos ?
(Renato) SI, en la carne, en la aventura, en los pensamientos, en la aceptación social y en lograr “mis objetivos”
Nunca me gusta quedarme con sentimientos o pensamientos que me hagan sentir mal…
(Francisco) ¿ Por eso te vengaste de tu rival ?
(Renato) Si, así es.
Francisco comentó:
Ahora entiendo por qué nunca puedes perder, te buscas a tí mismo.
En ese momento, Renato fijó la mirada en Francisco al sentirse descubierto.
Francisco añadió:
¿Así que tu fe la pones en ti mismo?
Y después de un silencio, Renato respondió titubeando:
Sí, así es.
En ese instante, el motor de la avioneta comenzó a fallar hasta pararse.
La atención, de inmediato se concentró en la situación peligrosa que afrontaban sus vidas, buscando lugar para aterrizar en aquella selva tan espesa, donde no se divisaba más que la planicie del río que la cruzaba.
Con rapidez se pusieron los salvavidas y se dispusieron a planear sobre el río, para hacer un aterrizaje forzoso.
Al ir planeando sobre el río, hacían el intento de comunicarse por el radio, avisando del accidente y posición que llevaban, pero no recibían respuesta alguna.
Cuando casi tocaban la superficie, saltaron al agua, la avioneta se estrelló en el río.
Después de un largo esfuerzo, pudieron llegar nadando a la orilla, mientras la avioneta se sumergía en la corriente lenta, hasta tocar fondo.
Después de descansar un rato, comenzó la preocupación de su seguridad.
Habían oído muchas leyendas sobre las tribus del Amazonas.
Esta información los mantenía cautelosos, ante la situación que vivían, además de los peligros que encerraba la naturaleza.
Inexpertos en un mundo nuevo, se encontraban con varias alternativas:
1) Buscar un poblado de gente civilizada, subiendo a una alta montaña, para poder divisarlo de día o en la noche con sus luces.
2) Improvisar alguna embarcación y dejarse llevar por el río, hasta encontrar un lugar más seguro.
3) Establecerse ahí temporalmente.
4) Esperar que alguna embarcación pasara para pedirle ayuda, pero era un gran riesgo por no conocer de qué tipo de gente se trataba.
Mientras, los mosquitos y el calor los empezaban a inquietar, decidieron esperar que pasara alguna embarcación y según la impresión que les causara, intentarían llamar la atención o dejarla pasar.
Comenzaron a acondicionar el lugar arriba de un árbol, para pasar la noche.
Con una lanza improvisada que hicieron con un cuchillo, lograron sacar un pez para los dos, pero tenían el problema de hacer fuego, porque no había leña seca, así que lo destazaron y se lo comieron crudo.
La noche llegó y cayó una fuerte tormenta, no pudieron escapar de la empapada y del insomnio.
Al día siguiente, el cielo amaneció despejado.
Ellos trataban de secarse y recuperar sueño.
Ante tantas incomodidades, Renato comenzaba a sentirse impotente.
Parecía aquello una pesadilla, que lo ubicaba en un mundo desconcertante.
En una familia acomodada, nunca tuvo la necesidad de valerse por sí mismo.
Era hijo único en su familia.
Lo habían hecho vivir superficialmente, haciéndole perder el sentido verdadero de su realidad humana, casi hasta lo más profundo de su ser, viviendo para él mismo, como centro de su máxima preocupación egoísta, el tener y el gozar sin medida.
Ese sentimiento de impotencia, derribaba poco a poco la fe que había puesto en él mismo, ya que veía que no era lo que él pensaba de sí mismo, en las situaciones adversas.
Después de dos días, en espera de alguna embarcación, se desesperaron y decidieron subir a la alta montaña.
Acordaron partir al amanecer, el calor era sofocante y haciendo camino cruzaban la selva.
No pasó mucho rato cuando Renato cayó a un pantano.
Francisco se había adelantado un poco, así que, con fuertes gritos, Renato llamaba a Francisco, una y otra vez.
En ese momento, la desesperación llegó en Renato, provocando un sentimiento más fuerte de impotencia, que lo hizo perder la fe en sí mismo.
No era capaz de salvarse él mismo, no era más que un granito de arena atrapado en el lodo; No era más, que el proceso de todo ser viviente que se acerca a la muerte.
Era un ser perdido e ignorado y devorado por la naturaleza.
A partir de ese momento, una herida se abría en lo profundo de su ser, provocando dolor por la impotencia, por la desesperación, por la realidad superficial que había vivido y no le daba respuesta clara y satisfactoria a tanto dolor y dudas que habían brotado de su corazón.
Con su rostro angustiado reflejaba el deseo tan grande de salvar su cuerpo y su felicidad interior.
Francisco alcanzó a oír los gritos, se regresó, y con una rama pudo sacar a su amigo.
Renato jamás se había sentido tan dependiente de alguna persona, ni tan agradecido a la vez.
Siguieron caminando hasta dar con un arroyuelo que bajaba del monte, y decidieron seguir cuesta arriba.
Francisco notaba sumamente deprimido a Renato, sumergido en el dolor y en la esperanza de salir de todo aquello.
Duraron todo el día caminando, apenas habían logrado cruzar un gran llano y subir un poco de las faldas de la montaña, comenzaba a oscurecer y se iniciaba la preocupación de pasar otra noche.
Afortunadamente divisaron unas grandes rocas, a las faldas de la montaña y se dirigieron a buscar refugio.
Llegó la noche y a la luz de la luna, acostados sobre las rocas, cansados divisaban las estrellas.
Francisco comenzó a recordar lo que habían pasado, desde que iban en la avioneta, preguntándole a Renato:
¿ Te acuerdas de lo que platicamos en la avioneta ?
(Renato) Sí, si me acuerdo.
No entiendo como pones tu fe en tí mismo.
¿Acaso eres el centro de la creación?
¿ El poder y la fuerza están bajo tus pies ?
¿ Eres el salvador del mundo ?,
¿De la nada haces nacer la vida?
Y Renato, humillado, le gritó:
¡ Ya cállate … ! déjame descansar.
Ya no sabía, si hubiera sido mejor haber muerto en el pantano o haber sido salvado por Francisco.
Esa noche fue la menos peor, pudieron recobrar el sueño perdido y después de levantarse tarde, vieron cerca de ahí un venadillo que había caído en una trampa.
Lo mataron y a lo lejos vieron un pequeño poblado indígena, consiguieron leña seca en un recoveco de las rocas y lo asaron.
Mientras comían en las rocas, fue cuando entonces con fuerza, la curiosidad de Renato se concentraba en las creencias de Francisco, queriendo encontrar una respuesta, ya que se reconocía como imperfecto, para poner su fe en sí mismo.
Volteó con Francisco y le preguntó:
¿ Tú en qué crees ?
Y Francisco sonriente le contestaba:
Yo creo en una vida después de esta vida, donde será más perfecta y eterna, donde podremos dar respuesta a tantas dudas.
Únicamente habrá gozo, paz, alegría, amor y armonía, guiados eternamente por nuestro Creador.
Creo que esto será posible, por la misericordia de nuestro Creador, es decir, si buscas la verdad y vives conforme a ella, dando todo lo que puedes, lo que eres, por amor a Él, Él te llevará a gozar de esa vida eternamente.
Renato preguntó:
¿ Entonces, en qué o en quién pones tu fe ?
(Francisco) En mi Creador, en el Creador del universo, en el Creador de la vida y en su hijo único JESUCRISTO que vino a la tierra para salvarnos.
En ese momento, por el humo de la fogata, ya se habían acercado dos nativos y al ver la presa que se habían robado, comenzaron a disparar flechas, al instante, Francisco y Renato comenzaron a correr sobre las rocas.
Alcanzaron a herir a Francisco por la espalda, al nivel del estómago, Renato siguió corriendo y se escondió entre la maleza.
Al no encontrarlo, los nativos se retiraron con el sobrante del venadillo.
Renato regresó con Francisco, lo recargó en su brazo y enseguida moría al que le debía la vida, sus últimas palabras fueron:
“Cuídate, ten fe en Dios”.
Esos últimos instantes, fueron suficientes para Renato, para convertirse, al contemplar en el rostro de Francisco, la paz y la armonía que acogieron su muerte.
Mientras Renato cavaba una fosa, comenzó a oír a lo lejos un helicóptero.
Pensó que tal vez era el papá de Francisco, que tal vez había oído la señal por radio antes del accidente.
Renato se fue a la roca más alta, para ser divisado y así fue.
Recogieron el cadáver, para llevarlo de nuevo a casa.
Renato, después de aquella experiencia ya no era el mismo; sus sentimientos, su mente, su voluntad y su fe, quedaron
sellados para buscar en Dios un nuevo destino, más trascendental…
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