COMPROMISO INTERIOR
Estaba en la sala de espera, las horas se hacían largas y angustiosas.
Había llegado el momento decisivo, ya lo había pensado varias veces y era hora de actuar.
Entró a la sala de operaciones y le pusieron anestesia local, los doctores se dispusieron a efectuar la operación.
Le sacaron el ojo para hacer el trasplante, esta señora se decidió a quedarse tuerta, para darle el ojo a su hijo, el cual era un gran doctor cirujano que casi abandonaba su profesión, a causa de su vista.
¿ Pero por qué el ojo de su madre ?
¿ No pudo ser cualquier otro ojo entre tantos difuntos que caen por día ?
¡ No ! Aquel pueblo era muy egoísta y muy sentimental, como para desprenderse de una parte del cuerpo de sus difuntos.
Si la madre le había dado vida a su hijo
¿ Cómo no iba a darle un ojo ?
A su hijo le dolía dejar así a su madre, pero no lo hacía por él, lo hacía por todos sus pacientes futuros, a los que les podía hacer el bien con su profesión.
Un día después de algún tiempo, ya que podía ver y practicar cirugías con el ojo de su madre, a unos días de haber hecho una cirugía, el paciente se portaba déspota con el doctor, exigiéndole mil atenciones por la cuota que había pagado por la operación, hasta caer en ridiculeces.
El doctor soportaba estas intransigencias, sabía que él mismo no trabajaba principalmente por ganar dinero.
Vivía un compromiso interior, que lo hacía hacer cosas sorprendentes, desde aceptar el dolor de recibir el ojo de su madre, para servir a los demás, hasta estar dispuesto a dar la vida por sus pacientes.
Los demás doctores lo veían raro, porque no habían visto doctores como él, la mayoría se dedicaba a servirse a través de sus pacientes, pero este doctor tal vez sabía amar por el mucho amor que siempre recibió, tanto de su madre, como de su Creador…
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